Jacqueline Kennedy recibió al periodista Theodore H. White en su casa de campo, una semana después de que un francotirador asesinara a su esposo, durante un desfile, que era seguido en vivo por televisión, por millones de estadounidenses.
Jackie, con su mirada llena de rencor con el mundo político, que ya llamaba señor presidente a Lyndon B. Johnson, quería narrar su historia: la vivencia macabra de ver morir a su marido en su regazo, y la ‘grandeza’ que se le había arrebatado al pueblo norteamericano, con la partida del muy recordado John F.
Bajo la batuta del director chileno Pablo Larraín, Natalie Portman da vida a la emblemática primera dama, en la cinta Jackie, que compone, a través de algunos momentos cruciales de su vida en la Casa Blanca y de su dolor de viuda, una obra que permite conocer de cerca a una de las mujeres ícono del siglo XX.
De manera camaleónica, la actriz ganadora del Óscar refleja las inseguridades de su personaje en el momento de presentarse ante los electores de su esposo, su estrategia mediática para resaltar su labor de decoradora y gestora cultural, y el dolor crudo que enfrentó con la firme convicción de que el amor de su vida no podía ser olvidado.
Un retrato íntimo, que Larraín construyó con primeros planos que resaltan entre entornos difusos, en los que nunca tiene relevancia el presidente Kennedy u otras figuras históricas, y que además ilustran la intranquilidad de la protagonista, su temor a la vulnerabilidad de su familia, a la popularidad efímera, y los secretos detrás de su imagen encantadora.
La historia no es lineal, sino que va conectando momentos sueltos, por medio de las vivencias que relata el personaje principal al periodista, interpretado por Billy Crudup, y que tejen un perfil psicológico de Jackie, con un ritmo lento, pero emocionalmente trepidante, que podría no convencer a todos los espectadores.
El vestuario es uno de los elementos cruciales de esta cinta, pues era necesario que la producción recreara piezas como el recordado traje rosa de Chanel que usaba la señora Kennedy, la mañana en que el presidente fue baleado, o el velo negro que cubrió su rostro, cuando encabezó el desfile fúnebre.
Los rincones de la Casa Blanca, las calles de Dallas y la residencia campestre de los Kennedy, en Virginia, en los años 60, también cumplen su cometido, transportando a los espectadores a esa realidad mordaz cubierta de lujos materiales. Otro gran acierto de la producción fue la escogencia del actor Casper Phillipson para encarnar a JFK, que aunque no aparece mucho tiempo en pantalla, tiene un gran parecido.
Jackie es una buena apuesta para contar esta historia conocida por la mayoría, desde el punto de vista de quien amó al expresidente, más allá de los límites del poder y de la muerte, transformando ese amor, con una estrategia casi de guerra, en un sentimiento nacional y colectivo.
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