El centro de una película resulta ser el centro de una persona. La base de un universo que se sostiene, a pesar de las circunstancias, desafiando las verdades asumidas por la humanidad, desapareciendo agujeros negros del espacio, y posicionando a un nombre poco conocido como uno de los actores más prometedores de nuestra época.
La ciencia se une al cine de la mano de su temática más cotidiana: el amor, la vida en pareja, la constancia de quien lucha por ser feliz. A su vez, las fusiona en una persona que parece desafiar la física, ya que ninguna parálisis detiene su creatividad y eterna búsqueda de un cómo y un porqué para la vida.
Stephen Hawking y su primera esposa, Jane Hawking, son la raíz que le da origen a The theory of everything, la cinta británica, dirigida por Jason Marsh, que condensa la historia de superación del reconocido científico, la dinámica de su primer matrimonio, los altibajos de su enfermedad, y la genialidad de sus experiencias.
De esta manera, el actor británico Eddie Redmayne se transforma en un joven Hawking lleno de sueños y preguntas, y a medida que transcurre la película se adapta a cada uno de los cambios ligados a la enfermedad motoneuronal que padece, dejando como resultado una interpretación brillante, conmovedora y detallista, que seguro define su carrera y lo acerca al galardón más importante de la industria.
Igualmente, Felicity Jones, quien interpreta a Jane, se destaca por la fuerza y entrega que demuestra, siendo otra fuerte opción en la temporada de premios que inicia este domingo con los Golden Globes.
No obstante, las actuaciones secundarias no consiguen impactar en el desarrollo del filme o en la percepción del público. Son necesarias, pero irrelevantes en su esencia.
Este enfoque especial en los dos personajes principales hace que el momento en que la cinta se aparta hacia otros, el ritmo de la trama se diluya en la expectativa.
Una historia que se destaca por la simpleza de sus efectos y tonalidades, que evocan al pasado, y que a la vez le imprimen un brillo que se contrasta con el objetivo principal, resaltar el guión, el personaje y el ejemplo de vida que desde la quietud continúa rompiendo paradigmas.
La ciencia se une al cine de la mano de su temática más cotidiana: el amor, la vida en pareja, la constancia de quien lucha por ser feliz. A su vez, las fusiona en una persona que parece desafiar la física, ya que ninguna parálisis detiene su creatividad y eterna búsqueda de un cómo y un porqué para la vida.
Stephen Hawking y su primera esposa, Jane Hawking, son la raíz que le da origen a The theory of everything, la cinta británica, dirigida por Jason Marsh, que condensa la historia de superación del reconocido científico, la dinámica de su primer matrimonio, los altibajos de su enfermedad, y la genialidad de sus experiencias.
De esta manera, el actor británico Eddie Redmayne se transforma en un joven Hawking lleno de sueños y preguntas, y a medida que transcurre la película se adapta a cada uno de los cambios ligados a la enfermedad motoneuronal que padece, dejando como resultado una interpretación brillante, conmovedora y detallista, que seguro define su carrera y lo acerca al galardón más importante de la industria.
Igualmente, Felicity Jones, quien interpreta a Jane, se destaca por la fuerza y entrega que demuestra, siendo otra fuerte opción en la temporada de premios que inicia este domingo con los Golden Globes.
No obstante, las actuaciones secundarias no consiguen impactar en el desarrollo del filme o en la percepción del público. Son necesarias, pero irrelevantes en su esencia.
Este enfoque especial en los dos personajes principales hace que el momento en que la cinta se aparta hacia otros, el ritmo de la trama se diluya en la expectativa.
Una historia que se destaca por la simpleza de sus efectos y tonalidades, que evocan al pasado, y que a la vez le imprimen un brillo que se contrasta con el objetivo principal, resaltar el guión, el personaje y el ejemplo de vida que desde la quietud continúa rompiendo paradigmas.
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