No todas las vidas tienen momentos memorables, el drama familiar se ha hecho tan repetitivo que hay poco fuera de lo común en él. Sin embargo, el recorrido de una vida durante doce años, sus momentos más significativos y el registro del paso del tiempo en la piel, sin necesidad de recurrir al maquillaje, es tan innovador que no podía pasar desapercibido.
El director Richard Linklater retrata en Boyhood la estela de los años en la vida de un niño (Ellan Coltrane), la manera en que los problemas de sus padres influyen en el hombre que se forja, la realidad de la clase media baja estadounidense y ese modelo de familia que se encuentra en cualquier esquina del mundo.
Es una oportunidad para reconocer que el drama que las personas enfrentan todos los días, sin importar su condición, es tan decisivo y tan fuerte que puede estructurar un guión, en el que se dejan de lado a las tragedias románticas, las crónicas de guerra o las bestias enormes, para otorgarle importancia a la madre trabajadora, las peleas de hermanos o las charlas cotidianas con amigos.
Por ello, la importancia de permanecer con los actores durante más de una década, para que cada época resultara tan real como la dinámica interna del hogar, la reacción de los pequeños sometidos a las decisiones de sus padres y su fortaleza, porque en la niñez la opción más simple siempre será la costumbre.
De esta manera, brilla la interpretación de Patricia Arquette, favorita en la categoría de Mejor Actriz de Reparto, quien muestra todas las caras que puede tener una madre soltera estudiante y profesional, sus frustraciones románticas, e intentos por edificar una vida familiar ‘normal’. Su papel de Liv es todo un homenaje a esas mamás que se superan, desafiando la soledad.
Ethan Hawke, es otro buen ingrediente del largometraje, ya que refleja la situación que vive un padre ausente, que desea no ser olvidado y que tiene un tiempo limitado para compartir con sus hijos, por lo que trata de mostrar únicamente lo mejor de sí.
Linklater, que está nominado a Mejor Director, tiene entre sus manos una gran oportunidad, gracias al riesgo que asumió en el momento que se propuso rodar una película en doce años, hazaña que probablemente será reconocida, a pesar de esa carencia de emoción.
Asimismo, uno de los atributos se marca es la fluidez que tiene la cinta, sin importar sus casi tres horas de duración. Cada una de las etapas presentadas tiene un clímax o cambio de rumbo en la vida de los protagonistas. No obstante, a medida que el niño crece, los tramos se hacen un poco más pesados, pero esto podría asociarse con la complejidad que adquiere la vida a medida que pasa el tiempo.
También, hay ciertos sucesos culturales que son resaltados como canciones, programas de televisión, aparatos electrónicos y temas de conversación, que contextualizan al espectador, ubicándolo en un momento específico.
Boyhood se convierte, entonces, en una de las contendoras más rudas, sin importar su falta de magia o espectáculo, pues demuestra que cualquier historia, por normal que parezca, merece ser contada, e incluso puede ser exaltada si se cuenta bien.
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