Esa historia que se repite constantemente en muchos rincones del mundo, se transforma en Pacífico colombiano, gracias a Chocó, la película de 2012 dirigida por Jhonny Hendrix Hinestroza.
La idiosincrasia de la comunidad chocoana se hace tangible a través del paisaje y las costumbres que se reflejan en cada una de las escenas de esta cinta, que hace foco sobre una realidad que aún no alcanza protagonismo en la cartelera nacional, pero que es una de las más firmes de la cultura colombiana.
Chocó, el personaje principal, es una madre cabeza de familia, que debe caminar por trochas para llegar a su primer trabajo, que consiste en recolectar oro para colonizadores paisas, empleando métodos peligrosos.
En las tardes lava la ropa de sus vecinos en el río, acompañada de sus hijos, y de vez en cuando recorre las montañas para evocar su niñez, sus recuerdos y sueños, que siguen vivos a pesar de la adversidad.
Mientras conversa, canta al viento con sus compañeras acerca de sus relaciones amorosas, sus historias y familias. Se encomienda a los santos con fe y vive con dignidad, el elemento que siempre irradia la joven, interpretada por Karent Hinestroza.
Uno de los atributos de su personaje, es la forma en que expone su cotidianidad, sin dejar de lado la esencia de la mujer, y la metáfora que existe entre su trasegar y el de todo un departamento.
Por su parte, la música le suma identidad a la producción, ya que los instrumentos típicos, como la marimba de chonta y la tambora, predominan en el acompañamiento de las escenas.
La experiencia está completa, gracias a los escenarios que ilustran la historia. La selva, el río, las calles e interiores le permiten al espectador comprender la forma de vida que se tiene en esa región.
Gracias a esa delicadeza, el largometraje recibió el premio del público en el Festival Internacional de Cine de Berlín, de 2012, y en el Festival Internacional de Cine de Cartagena, de ese mismo año.
Es así como los detalles logran comunicar a la perfección la esencia del Chocó, contrastándola con un guión que puede ser interiorizado y comprendido en cualquier parte del mundo.
La idiosincrasia de la comunidad chocoana se hace tangible a través del paisaje y las costumbres que se reflejan en cada una de las escenas de esta cinta, que hace foco sobre una realidad que aún no alcanza protagonismo en la cartelera nacional, pero que es una de las más firmes de la cultura colombiana.
Chocó, el personaje principal, es una madre cabeza de familia, que debe caminar por trochas para llegar a su primer trabajo, que consiste en recolectar oro para colonizadores paisas, empleando métodos peligrosos.
En las tardes lava la ropa de sus vecinos en el río, acompañada de sus hijos, y de vez en cuando recorre las montañas para evocar su niñez, sus recuerdos y sueños, que siguen vivos a pesar de la adversidad.
Mientras conversa, canta al viento con sus compañeras acerca de sus relaciones amorosas, sus historias y familias. Se encomienda a los santos con fe y vive con dignidad, el elemento que siempre irradia la joven, interpretada por Karent Hinestroza.
Uno de los atributos de su personaje, es la forma en que expone su cotidianidad, sin dejar de lado la esencia de la mujer, y la metáfora que existe entre su trasegar y el de todo un departamento.
Por su parte, la música le suma identidad a la producción, ya que los instrumentos típicos, como la marimba de chonta y la tambora, predominan en el acompañamiento de las escenas.
La experiencia está completa, gracias a los escenarios que ilustran la historia. La selva, el río, las calles e interiores le permiten al espectador comprender la forma de vida que se tiene en esa región.
Gracias a esa delicadeza, el largometraje recibió el premio del público en el Festival Internacional de Cine de Berlín, de 2012, y en el Festival Internacional de Cine de Cartagena, de ese mismo año.
Es así como los detalles logran comunicar a la perfección la esencia del Chocó, contrastándola con un guión que puede ser interiorizado y comprendido en cualquier parte del mundo.
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