Tres parejas definen su destino a partir de los sentimientos que tienen entre sí: el anhelo de perdón, la complicidad para hacer justicia y el amor imposible disfrazado de simple deseo, en Amores infieles, la cinta de 2013, que recientemente estuvo en la cartelera nacional.
Nueva York, París y Roma son los escenarios de una lucha por la custodia compartida de hijo, el triunfo de una amante sobre una esposa y el rescate de una niña secuestrada, historias que dibujan el panorama de muchas realidades modernas: la incertidumbre.
El director Paul Haggis, quien recibió en 2005 el premio Oscar a Mejor Película, por la cinta Crash, trató de repetir su estilo narrativo, tejiendo un hilo entre vidas paralelas, que al principio se muestra como un acierto de edición, pero que empieza a verse forzoso en tanto avanza la película.
Después de presentar las diferentes situaciones y sus complejidades, las tramas llegan a un punto en el que no logran definirse bien ante el espectador, pues ninguna tiene el suficiente tiempo en pantalla para demostrar hacia dónde se dirige, y los enlaces entre escenarios son más confusos que cruciales.
Y es que estos encuentros escenográficos no tienen una explicación evidente, estrellando al espectador con un cierre abrupto, que parece una decisión desesperada, al no poder desenredar la historia.
Un aspecto positivo del filme es su llamativo e interesante elenco, compuesto por Liam Neeson, Olivia Wilde, Mila Kunis, James Franco, Adrien Brody y Moran Atias. Sin embargo, solo llegan al clímax Kunis y Franco, quienes protagonizan la mejor escena de los 137 minutos de película.
De esta manera, un póster atractivo para muchos cinéfilos se convierte en un nudo de intenciones que no llega a ninguna parte, demostrando que no siempre la misma fórmula tendrá el mismo efecto y que ningún lazo puede ser gratuito.
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