Pedro llegó a mi vida en VHS, una cinta original que en esa época, cuando aún empezaba el nuevo milenio, seguramente había sido costosa y difícil de conseguir. Entró en la casetera que ya sabíamos manejar mi mamá y yo, en una época en la que llevábamos poco viviendo solamente las dos, tras su separación de mi papá.
En el televisor se dibujaba una escena similar, una mujer y su hijo cenando, sin la presencia de un padre en la casa. Tal vez eso tuvo cierta influencia, para que esas dos horas las disfrutara tanto.
Color rojo en todos lados, un momento difícil e inesperado, amigas entrañables, secretos revelados y mujeres auténticas, que me demostraron la pluralidad del mundo en cuanto a gustos y tristezas.
No recuerdo, paso a paso, cómo fueron esas dos horas, pero sé que al terminar de rodar la cinta en la videocasetera, que por esos días era nueva, mi vida cambió para siempre y quizá mi gusto cinematográfico empezó a perfilarse por un camino, en el que siempre ha sido referente el apellido Almodóvar.
Con los días, repetí varias veces esa obra maestra llamada Todo sobre mi madre; sin querer me aprendí de memoria varios de sus diálogos, los cuales puedo recordar ahora, casi 15 años después de ese primer encuentro.
Nuevas películas del director español llegaron a mis manos, aunque a la fecha no han llegado todas, pero cada una de las que he podido ver han dejado algo en mí que va más allá del entretenimiento.
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