Para los que han leído la obra de Suzanne Collins, Los Juegos del Hambre, les resultará sorprendente conocer las historias sobre Estados Totalitarios, de George Orwell, o las historias de dictaduras, que el ‘Boom Latinoamericano’ se encargó de retratar. Puesto que a muchos de ellos les he escuchado argumentar que la grandeza de Los Juegos del Hambre, la saga de películas protagonizadas por Jennifer Lawrence, está en el levantamiento contra una dictadura inhumana que, como en la antigua Grecia, les exige tributos vivos a sus ciudadanos para que literalmente se maten en una desalmada competencia, como una vil demostración de autoridad y poder.
Así es, remitiéndose a las novelas, tratan de darle mayor preponderancia a las películas, que no son malas pero sí un poco insípidas.
Y menciono esto porque la saga de películas que culminó con Sinsajo Parte II queda con un saldo pendiente, cuando uno espera que esta cinta muestre el levantamiento final, un ataque absoluto, en el que los revolucionarios se enfrenten contra el malvado presidente Snow y lo derroten, en realidad no pasa nada y la historia termina resolviéndose con una elipsis, que nos deja con un vacío tremendo en la línea temporal, y lo que parecía ser un final digno, deja un sinsabor, que se evidencia en los rostros inexpresivos de los espectadores cuando se encienden las luces de las salas de cine.
La historia de Katniss Everdeen, la chica de 16 años que inspiró al pueblo de Panem para iniciar una revolución termina sin gracia, en un romance liviano, que trató de construirse durante cuatro películas, pero que en ninguna de ellas realmente se consolidó.
Lo bueno: Las actuaciones. Sin duda uno de los aciertos es su casting, Jennifer Lawrence, Donald Sutherland, Julianne Moore, Woody Harrelson y el desaparecido Philip Syemour Hoffman, quienes logran transmitir la experiencia de vivir en un mundo postapocalíptico y algunas de las intrigas de la política, la fascinación por el poder y la trascendencia de los medios de comunicación como una estrategia para manipular las masas.
Lo malo: Parece que muchas de las sagas cinematográficas juveniles sufren de un mal común que hace que los finales no colmen las expectativas de los espectadores; pasó con Harry Potter, con Crepúsculo y ahora con Los Juegos del Hambre. En el caso de Sinsajo Parte II, quizás el problema radicó en que el romance entre los dos protagonistas le restó importancia a la revolución que se nos anunció en tres películas anteriores, pero además este amor no fue creíble.
Lo feo: Que por razones mercantilistas se haya decidido hacer del último libro dos películas y de esta manera se le haya restado ritmo al desarrollo de la trama.
Lo Redrum: Es bastante nostálgico ver a Philip Seymour Hoffman en pantalla, casi que como un extra con parlamento, quizás su interpretación le hubiera dado más peso a la última parte de la película.
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