Una médica francesa, voluntaria de la Cruz Roja, descubre el secreto escondido bajo los hábitos de un grupo de monjas, que cargan con el ‘pecado’ del embarazo, después de haber sido violadas por soldados soviéticos, en un convento de Polonia, en 1945.
En su misión de salvar vidas, la joven, Mathilde, empieza a atenderlas clandestinamente, acercándose al terror y a la culpa que acosa a las religiosas, por no conservar sus votos de castidad y por mostrar sus cuerpos en cada sesión de control.
Les Innocentes, o Inocentes, es el nombre de esta película franco-polaca, basada en hechos reales, que se encuentra en la cartelera nacional, como una de las cuotas independientes de la temporada.
Anne Fontaine dirige esta historia, que se adentra en los helados parajes europeos, para narrar el encuentro entre la religión y la ciencia médica, y las vulnerabilidades de ser mujer en un contexto de guerra.
Las actuaciones del reparto revelan diferentes perspectivas de la fe católica: el escepticismo, la convicción firme, el temor por el castigo y la duda ante una vida que crece bajo el escapulario.
Lou De Laânge, protagonista y eje de la historia, logra una muy buena representación de quien se arriesga por el bien de los demás. Primero, su personaje es un poco ajeno a la vivencia de las jóvenes religiosas, para después comprender la situación cruel por la que transitan, al no tener opciones ni orientación.
Ese encuentro sorpresivo con la maternidad es poderosamente representado por las actrices Anna Prochniak, Joanna Kulig y Helena Sujecka, cuyos personajes dan a luz, durante los 117 minutos del filme.
Para la iluminación fueron utilizadas pequeñas lámparas de aceite, en algunas escenas, que tienen ese toque de suspenso que captura a los espectadores, y mantiene los ojos atentos a que nadie descubra el secreto.
A pesar de los constantes silencios, a la cinta no le hace falta dinamismo, por el contrario, cada situación que expone tiene gran influencia en la trama, sin espacios para el aburrimiento o para perder el hilo.
La batalla de Inocentes se libra sobre el cuerpo femenino, con la fe como escudo y la ciencia como arma de defensa, para confrontar a su público con las emociones que desata la hostilidad, en cualquier rol de vida, en cualquier idioma y en cualquier religión.
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