El director sueco David F. Sandberg presenta su ópera prima, una película de terror que cuenta la historia de una familia asechada por un ente rencoroso, vengativo y despiadado que aparece cuando las luces se apagan.
La cinta está basada en un exitoso cortometraje del mismo director, que se difundió en el 2013 por la plataforma de Youtube, el cual mostraba una historia simple, que apelaba al miedo ancestral que la especie humana le tiene a la oscuridad, con lo cual consiguió varios millones de visitas.
Gracias a tal aceptación, el director James Wan reconocido por películas como El Juego del Miedo y El Conjuro, apoyó, como productor, la adaptación de aquel corto y el resultado es una cinta de bajo presupuesto, que genera algunos sustos genuinos, pero que no innova el género, ni sorprende por su trama.
El solo hecho de que el título anuncie cuando van a llegar los momentos de terror, es una desventaja para la película, ya que predispone al espectador a prestar más atención cuando las escenas transcurren en la penumbra.
No obstante, el director conoce bien la fórmula trillada de acudir al golpe repentino, a la aparición inesperada, a la sombra reflejada en la pared, o al cuerpo que es halado desde la oscuridad, lo cual, en medio de la salas de cine, arranca algunos gritos.
Las interpretaciones son aceptables, especialmente las de Teresa Palmer, como Rebeca, hija mayor, y Maria Bello, como Sophie, la madre trastornada, entre ambas consiguen darle trascendencia al drama de toda la familia.
Otro aspecto positivo es que la película es corta, no se va con rodeos, desde la secuencia inicial se plantea el conflicto y muy pronto se resuelven algunos interrogantes.
El final es predecible, pero llega de una manera abrupta, ya que la transformación de uno de los personajes principales se da sin una justificación previa.
Cuando se apagan las luces cumple con su cometido de entretener no es la mejor película de terror, ni una obra maestra, pero vale la pena ir a verla sin esperar mucho de ella.
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