Lance Armstrong es el deportista que venció el cáncer y, contra todo pronóstico, alcanzó la gloria de siete Tour de Francia consecutivos. Esa carrera que parecía la historia de superación más importante de los tiempos recientes terminó empañada por el montón de droga que corría por las venas del estadounidense.
La sombra permanente sobre el ciclismo que significó ese dopaje épico es el argumento de la película The Program o, su mal logrado título en español, El engaño del siglo.
Stephen Frears dirige esta cinta británica - francesa, basada en el libro Seven Deadly Sins: My Pursuit of Lance Armstrong, del periodista irlandés David Walsh, quien siguió de cerca la carrera del estadounidense, desde su llegada a la competencia como un joven novato, hasta sus declaraciones arrogantes como campeón.
Walsh es interpretado por Chris O’Dowd, que desde el primer momento sigue la pista de Armstrong en su ascenso a la fama, pero con una mirada de desconfianza, que hace que sus compañeros, e incluso su jefe, se burlen de sus hipótesis sobre las razones del éxito rápido del velocipedista.
El actor Ben Foster se roba el show con su interpretación de un Armstrong soberbio y manipulador, que es capaz de hacer todo por ganar. En su etapa de enfermedad deja ver su sufrimiento y debilidad, y en sus instantes de éxito demuestra un poderío que se sube a la cabeza, y que no le permite volver a mirar a quienes están más abajo.
Puede que esta caracterización sea un tanto subjetiva, sin que se profundice mucho en los instantes de soledad o reflexión del ciclista. El guion de John Hodge, quien está detrás de clásicos como Trainspotting, lo pinta como un rey del engaño en el momento de hablar con la prensa, utilizando su labor social como escudo ante las preguntas incómodas, y como un ser falto de compasión, cuando debe entender a sus compañeros o abordar a sus rivales.
Pero, ¿quién estaba detrás de ese ‘programa’ de estimulantes que mantuvo cegado al mundo del deporte por más de una década? El médico Michele Ferrari, papel del francés Guillaume Canet, fue el encargado de presentarle la droga EPO y de planear toda la estrategia para que, durante los estrictos controles, la sustancia no fuera detectada.
Allí es donde tienen lugar las jeringas cargadas, escondidas en los zapatos del equipo US Postal, las jornadas de transfusión de sangre, su almacenamiento y la fe de Armstrong en esa rutina tramposa, que era evadida sin esfuerzo, al cruzar la meta en primer lugar.
El filme cumple de buena manera la hazaña de recrear al ciclismo, la complicada tarea de escalar montañas, la compañía del público junto a la vía y algunas imágenes clásicas que quedaron registradas de la vida deportiva y publicitaria del ciclista.
También se recurre a filmaciones de las carreras reales, en un contraste que se nota fácilmente, sin que llegue a verse mal.
La atmósfera competitiva es completada por la banda sonora de Alex Heffes y por algunas canciones clásicas del rock en inglés, que se ensamblan muy bien con las escenas donde son incluidas.
The Program se mueve a un ritmo interesante, como un paseo en bicicleta, en descenso. Eso no significa que no haya momentos de tensión, que son abordados con la misma firmeza, y que terminan con el inventario de todas las consecuencias de este fraude, que dejó a su autor a kilómetros de la meta y despojado de cualquier gota de credibilidad.
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