Ir al contenido principal

La Bruja de Blair



17 años después, James, hermano de Heather Donahue, una de las jóvenes desaparecidas durante la grabación del Proyecto de la Bruja de Blair, en un bosque de Maryland, Estados Unidos, va en busca del destino de su hermana, en compañía de tres de sus amigos, que están dispuestos a acampar y filmar sus aventuras para un trabajo cinematográfico. Sin embargo, desde su ingreso, fenómenos sobrenaturales empiezan a ocurrir, desvaneciendo poco a poco el escepticismo de sus protagonistas, para asustarlos de verdad y hacerlos correr para salvar sus vidas. De nuevo, el aviso que advierte que, esta vez, las memorias que contienen la historia fueron encontradas por un grupo de excursionistas, y que se desconoce el paradero de sus autores, es el primer acto de La Bruja de Blair, esta secuela de la exitosa película de 1999, que por un largo tiempo hizo creer a los espectadores que sus 3 personajes habían muerto en manos de una espeluznante bruja, en una casa encantada. Sin embargo, en esta ocasión, y después de descubrir la muy buena estrategia de marketing que llevó a su antecesora a ser la película más rentable de todos los tiempos, la advertencia no es convincente, ya que la mayoría del público entrará a la sala con la intención de revivir el terror genuino que sintió la primera vez. Desde el inicio, la cinta plantea la misma filmación amateur, pero con una cantidad de dispositivos de última tecnología, como un dron y cámaras que se adaptan al oído, para no ocupar las manos de sus usuarios. Así mismo se presenta la película, con una edición bastante elaborada, que no favorece la intención de hacer creer que los hechos son reales y que la información simplemente fue encontrada. En su primera noche en el bosque, la tensión logra aumentar en la pantalla, gracias al encuentro con la oscuridad y a ruidos siniestros que advierten que algo pasará y que dejan al público expectante y propenso a brincar de la silla cada vez que hay un movimiento repentino de la cámara. Los actores hacen un buen trabajo, al mostrar su paso de la incredulidad al temor, sensación que llega bien a los espectadores, aunque el filme mantenga su toque predecible. Las señales, como montones de piedras, y los símbolos de la bruja, una especie de cruz hecha con palos y ramas, que aparecieron en la versión original, vuelven a la pantalla. También se repiten algunas situaciones que, al ser conocidas, advierten que algo malo está por ocurrir. Entre esas se encuentran las huidas en el bosque, con una cámara subjetiva que en la película pionera es recordada por marear al público, así como las caminatas en círculos y la pérdida de la noción del tiempo por parte de algunos de los expedicionarios. No obstante, cuando en la trama ya está claro que la leyenda sí es cierta, y los personajes corren por sus vidas, la película no genera tanto miedo, dando lugar a la búsqueda de apariciones de la bruja en toda la pantalla, a suposiciones sobre qué pasará y a comentarios en la sala sobre las diversas opciones para salir de ese embrollo. Una de las escenas que consigue impactar es la de una desagradable herida, que parece estar relacionada con la mala suerte de los jóvenes, pero que unos minutos después deja de ser relevante para la historia. También se destaca el momento en que una de las protagonistas trata de escapar por un estrecho túnel subterráneo y queda atrapada. Allí, el plano cerrado fue fundamental para generar la sensación de claustrofobia en el auditorio. Sin duda, uno de los instantes más tensionantes de los casi 90 minutos. Para el tramo final, la producción no escatimó detalles en recrear la casa que terminó siendo la última morada de los aventureros de finales de la década del 90. El desgaste de la madera, los espacios húmedos y oscuros, y los sonidos que salen del piso, puertas y paredes, mantienen la esencia de la anterior. Ese escenario tétrico y lleno de misterio ante cada movimiento, en especial por ser el aviso de que el último zarpazo está por llegar, es opacado por la recreación de situaciones que, como en el resto de la cinta, ya se habían visto antes. Sin que sea un mal intento por asustar, La Bruja de Blair o Blair Witch, su título original, se entierra a sí misma el puñal de lo previsible, al hacer un ‘homenaje’ tan ceñido a lo sucedido en la primera parte, y al enfocarse en un guion tan cercano a esta, que provoca una serie de flashbacks constantes en el imaginario de quienes la ven. Para las nuevas generaciones, en especial, los que no han tenido relación alguna con The Blair Witch Project, esta será una experiencia positiva con el cine de terror. Esa premisa no significa que en la cultura popular se propagará una leyenda, debido a que el género al que apela, conocido como found footage o cinta encontrada, ya es constantemente empleado por sagas tan famosas como Actividad Paranormal. Seguramente, la cinta sí abrirá el camino para que ‘el proyecto’ sea revisado, para que su tensión sea retomada, y para que los espectadores más jóvenes den un veredicto sobre cuál de las dos películas es la más convincente.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La justificación de la maldad

En el año en el que los fanáticos de las películas de superhéroes esperaban el cierre del Universo Cinematográfico de Marvel, una película con diez veces menos presupuesto ratificó que la esencia del cine está en el contar una buena historia, más allá de cualquier consideración técnica o despliegue millonario: el Joker. Por una rara enfermedad, Arthur Fleck no puede parar de reír, lo que podría considerarse como una gran ventaja para alguien que trabaja como payaso. Sin embargo, su risa no es de alegría es un lamento por una vida donde solo ha primado el dolor y la tragedia.  Responsable de una madre enferma, sin una figura paterna de referente, atrapado en un trabajo donde nadie lo toma en serio, víctima de la crueldad de los indolentes, Arthur se aferra a la cordura a través del servicio de beneficencia pública donde encuentra alguien que lo escucha y lo medica, mientras en su vida diaria solo sueña con llegar a ser un cómico famoso capaz de hacer feliz a los demás. 

No te preocupes si no entiendes

Por Camila Caicedo. La mirada enamorada entre Harry Styles y Florence Pugh en el cartel de la película Don’t Worry Darling solo me hacía pensar en un drama rosa, en el que el amor triunfa y las lágrimas terminan aflorando, a pesar de lo ridículas que puedan llegar a ser algunas de sus situaciones. Pero, cuando me topé con esta película y decidí verla, descubrí un thriller camuflado detrás de colores vivos y un diseño de producción que todo el tiempo resalta la ‘perfección familiar’, en la década de los 60. La cinta, dirigida por la actriz Olivia Wilde, plantea la vida en pareja de Jack y Alice Chambers, en una comunidad creada por el Proyecto Victoria, una iniciativa en la que trabajan los hombres y que, a pesar de ser desconocida para las mujeres, las mantiene alienadas bajo un modelo de esposa perfecta, en el que es necesario saber cocinar la cena, estar siempre linda y dispuesta, para cuando el marido llega a casa, cansado de sus labores.  A pesar de que Alice parece la indicada par