Hasta el último hombre es una película sobre las convicciones; acerca de cuánto estamos dispuestos a soportar para defender aquello en lo que creemos, de la fe que hay que mantener para seguir por un camino del que todos quieren apartarnos, aunque –al final de cuentas- tengamos todas las opciones de fracasar en el intento.
Es también una película de contradicciones, porque nos cuenta la vida de un hombre pacifista, Desmond Doss (interpretado por Andrew Garfield), que luego de varias experiencias traumáticas, se enlista en el Ejército y, sin portar armas, participa de la batalla de Okinawa, una de las más importantes de todo el frente del Pacífico, durante la Segunda Guerra Mundial.
Sirviendo como paramédico, se convierte en héroe de guerra, el primer objetor de conciencia en recibir la Medalla de Honor del Ejército de los Estados Unidos, según la historia real en que se basó el filme.
Mel Gibson regresa a la dirección, tras diez años de ausencia, para demostrar que el talento está intacto, que es un gran narrador detrás de cámaras y que, más allá del odio que le tenga Hollywood por temas personales, es un gran artista. En 131 minutos puede transportarnos en un tobogán de emociones: drama, romance, suspenso, terror y esperanza.
La película tiene tres momentos principales, todos de gran importancia. El primero es algo contemplativo y hace referencia a la vida familiar de Desmond, la relación con sus padres, su hermano y el hallazgo del primer y único amor. En este punto, Gibson sienta muy bien las bases del personaje y el porqué de su determinación de no portar arma alguna.
El segundo acto se centra en el entrenamiento en el ejército. Allí, Desmond es calificado de cobarde y sometido a las más terribles humillaciones y maltratos, por compañeros y superiores que solo ven en él un desequilibrado que puede ser su punto débil en el campo de batalla. En este momento, el ritmo de la película es mucho más dramático.
El tercer y más importante momento de la película es en el frente de batalla, poco a poco, el director va preparándonos para la guerra, una tensión que va incrementándose hasta desembocar en la secuencia bélica más impresionante que se ha filmado en el Siglo XXI. Sin miramientos, tal y como nos acostumbró en sus trabajos anteriores, Gibson presenta muertes, desmembramientos, mutilaciones y todo el horror que, en realidad, puede llegar a ofrecer una guerra. Nadie antes había mostrado la guerra de una manera tan traumática, lo que justifica su paso por los premios Óscar, en la categoría de Mejor Director.
Es en este fragmento del filme es donde Garfield despliega todo su talento actoral. Desde su punto de vista, vamos recorriendo el infierno, nos emocionamos por su persistencia de salvar a sus compañeros, incluso cuando fueron los que más lo humillaron.
Sin lugar a dudas, su nominación en la categoría de Mejor Actor de los Premios de la Academia está bien sustentada, y demuestra que está listo para proyectos más importantes, en lugar de solo ser el Hombre Araña.
Como aspectos negativos están el tono religioso que por momentos adquiere la cinta, lo cual no se muestra con acciones sino con diálogos. Además de la forma es que son presentados los japoneses durante la guerra, dando la impresión de ser seres salvajes y despiadados.
Por lo demás, Hasta el último hombre es simplemente fascinante, una gran historia, bien dirigida e impecablemente interpretada, que vale la pena disfrutar en pantalla gigante.
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