Hace semanas arribó, desde la isla de Themyscira, Diana Prince para salvar al mundo de la guerra y al Universo Extendido de DC del letargo en el que estaba sumergido, luego de dos películas tan irregulares como Batman VS. Superman y El Escuadrón Suicida.
Llegó con
una historia sencilla de origen, sin falsas pretensiones de trascendencia, sin
querer ingresar a terrenos de otras cintas o de tratar de explicar las futuras
tramas del universo DC, y ese detalle, en tiempos donde los grandes estudios
quieren conectar personajes con giros o explicaciones retorcidas, ya se
constituye en un valor agregado.
Diana
(Gal Gadot) es la hija de la reina Hipólita y del dios Zeus, nació en
Themyscira, una isla habitada por una raza de mujeres guerreras, conocidas como
Amazonas, cuya misión es defender a la humanidad de la invasión de Ares, el
dios de la Guerra.
Cuando
Diana rescata de morir ahogado al piloto Steve Trevor (Chris Pine), se entera
de que el mundo está enfrascado en un conflicto global, en una contienda donde
están involucradas todas las naciones de la Tierra, un enfrentamiento de
proporciones épicas y consecuencias insospechadas, al que la humanidad ha
acertado en llamar como La Gran Guerra.
Temiendo
que la existencia del ser humano corra peligro por la influencia de Ares, Diana
decide ir al frente de batalla para acabar con el enemigo legendario. Sin
embargo, más que una misión, emprenderá un viaje de autoconocimiento, donde
tendrá su primer contacto con la civilización de principios del Siglo XX, y aprenderá
que el ser humano, por egoísmo y ambición desmedida, es capaz de cometer los
actos más mezquinos, pero, al mismo tiempo, puede encender una pequeña llama de
esperanza cuando es capaz de luchar por amor.
La
directora Patty Jenkins, recordada por su magnífica película Monster, cuenta
la historia con muy buen ritmo narrativo, no necesita, por ejemplo, extenderse
en el entrenamiento de Diana para dar a entender que ella es especial, superior
y más poderosa que cualquier otra amazona.
Tampoco
intenta convertir a la superheroína en un símbolo sexual, basta con
mostrarla imponente durante las batallas e ingenua ante el mundo, para que Gal
Gadot convenza y enamore. La actriz israelí es uno de los puntos altos de la
cinta, parece que el papel fue hecho a su medida y la química que demuestra en
pantalla con Chris Pine hace muy entretenido el largometraje.
Un
ejemplo de esto es la escena del bote, donde ambos protagonistas sin tapujos y
con gran naturalidad hablan de sexo y de placer femenino, evidenciando que esta
no es una película tradicional de superhéroes.
La banda
sonora, que se escuchó por primera vez en Batman VS. Superman, de nuevo marca
una de las características a destacar, que le imprime un tino especial a las
secuencias de pelea y literalmente emociona.
En cuanto
a la calidad de los efectos especiales, hay fragmentos muy cortos de las
batallas que parecen más un buen videojuego, que una gran película, lo cual
sorprende, teniendo en cuenta la apuesta que Warner está haciendo por este
universo extendido.
Además
baja un poco de calidad con los villanos, dos de ellos parecen sacados de las
viñetas, con carcajadas macabras y planes perversos injustificados. El tercero
no tiene la suficiente fuerza para sorprender, a pesar de los giros de la trama.
Más allá
de ello, la Mujer Maravilla es buena película que refresca el género, que vale
la pena disfrutar ante la pantalla grande y que recuerda al Superman clásico de
los 70’, protagonizado por Crhistopher Reeve, no por nada hay un claro homenaje
en una de las secuencias.
Solo
resta esperar a que la Mujer Maravilla sea la película que marque el rumbo para
las futuras cintas de DC, pues es preferible una historia sencilla bien
contada, que una producción ambiciosa que por querer complacer a los fanáticos
de los cómics, termine complicando todo.
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