Al mirar su reflejo en el agua, Elisa se topó con alguien que, como ella, no podía hablar, pero sí sentir. Sin ninguna intención perversa y lidiando con el sometimiento de quienes ahogan la dignidad de los demás con el poder y la palabra, ambos se encontraron en un laboratorio del gobierno estadounidense, que a pesar de la trágica situación, era el que permitía ese contacto extraordinario.
Sumergida en la magia del amor, y con el riesgo latente de perderse en el intento de estar juntos, la joven aseadora nocturna deberá tomar la decisión de convertirse en heroína, para salvar al ser que la hizo sentir completa, a pesar de que su apariencia sea la de un anfibio.
Este romance imposible, en medio de la tensión de la Guerra Fría, parecería un relato cargado de drama. Sin embargo, el director Guillermo Del Toro consigue transformarlo en una historia que combina la acción, el enamoramiento y la comedia, convirtiéndose en la principal contendora, con 13 nominaciones, a los Premios Oscar 2018: La Forma del Agua.
El guion, escrito por Del Toro y Vanessa Taylor, no tuvo la necesidad de crear un mundo alterno o mitológico, para presentar la realidad de su protagonista, que tiene una dinámica de vida tan normal como cualquiera, por lo que la captura de ese individuo extraño, por parte del ejército norteamericano, se ve como un suceso impactante para los personajes, y no tan difícil de imaginar dentro de la realidad actual.
Sally Hawkings interpreta a Elisa, personaje muy bien planteado, ya que no es estigmatizado con dulzura plana o torpeza, por no poder hablar, sino que es construido de forma redonda, como una mujer con deseos físicos, sentimientos y valentía, los cuales son muy bien ejecutados por la actriz. Ella tampoco necesita palabras para otorgarle al público una gran actuación, en la que logra expresar la bondad, la dignidad y el amor apasionado, con sus gestos, en los que sobresalen el lenguaje de señas, comúnmente tan relegado de la gran pantalla.
El resto del elenco también tiene espacio para destacarse, pues la cinta no se limita a contar solo su trama central, y se abre a las historias de varios personajes, que además ejemplifican las vivencias de minorías, como mujeres, negros y homosexuales.
Este es el caso de Octavia Spencer, que le da vida a Zelda, amiga y compañera de trabajo de Elisa, quien presenta, con sus diálogos, las situaciones de machismo que vive en su matrimonio. Este es un personaje entretenido, con un toque de humor, pero muy parecido al de Minnie Jackson, en The Help, que le valió el premio de la Academia a Spencer.
Por su parte, Richard Jenkins interpreta a Giles, vecino y amigo más cercano de Elisa, dibujante de publicidad, que debe soportar ciertos rechazos por su homosexualidad. Él es otra de las cuotas refrescantes del filme.
No obstante, el personaje que definitivamente se roba el show es el coronel Richard Strickland, villano interpretado de forma brillante por Michael Shannon, quien debió ser más tenido en cuenta por las ceremonias de premios. Shannon despierta el repudio del público, gracias a su petulancia y a la actitud desalmada, incluso en los momentos en que parece más vulnerable. Su intimidad y vida familiar también son presentadas, y aunque allí se ve menos rígido, su esencia de crueldad se mantiene.
Estas caracterizaciones aportan a la afinidad que pueden sentir los espectadores con la criatura, papel de Doug Jones, en quien sobresale la magnífica labor de maquillaje y efectos, para darle una apariencia real y fantástica, a la vez.
Toda la atmósfera se complementa con el trabajo de ambientación y escenografía, acertadas para la época y contexto que presenta; la fotografía, que tiene gran relevancia en las poéticas escenas bajo el agua, y la edición, que enlaza todo, de una forma en que es casi imposible perder el hilo.
Sin duda alguna, Guillermo Del Toro logró componer una pieza maestra, que genera, en sus espectadores, un mar de emociones, que van desde la adrenalina, en el momento del escape, hasta la ternura y la compasión.
Una hazaña valerosa como la de luchar por amor sin importar la apariencia, apoyar a los amigos, alzar la voz aunque no salga y reivindicar la magia de quien se ve diferente.
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