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Llámame por tu nombre














Es el verano de 1984, en algún lugar de la campiña italiana, Elio, un adolescente de 17 años, descubre el amor. Contrario a lo que podría imaginar, no se siente bien, le molesta, le incomoda y le enfada; no termina de aceptar que esté consumido por el deseo hacia Oliver, un hombre 14 años mayor que él.

Así se resume el inicio de Call me by your name o Llámame por tu nombre, una película del año 2017 dirigida por el italiano Luca Guadagnino, que, con una puesta en escena impecable cargada de simbolismos, repleta de sutilezas y un ambiente de ensueño, lleva a los espectadores a ser testigos del primer amor, de cómo Elio descubre su identidad y aquello que se convertirá en lo más importante de su vida.

El largometraje es una oda a la belleza, con un estilo refinado, el director aprovecha todo el encanto de la villa italiana: los caminos empedrados, las praderas de verdes resplandecientes y los árboles en plena cosecha para provocar una sensación onírica que  se remarca en el preciosismo de la música, piezas llenas de melancolía, que hacen recordar el dolor de la primera decepción.

Para destacar, las maravillosas actuaciones de Timothée Chalamet, en el papel de Elio, que sin mediar palabras consigue conmover con el descontrol interior que vive al tratar de ponerle freno a su sentimiento, y de Armie Hammer (Oliver), que demuestra el conflicto que vive su personaje al lidiar con la pasión, mientras trabaja junto al padre del muchacho y se hospeda en la casa de la familia.

Basada en la novela homónima, autoría del escritor estadounidense André Aciman, la película evita caer en los típicos conflictos de las relaciones homosexuales: no hay discriminación, no hay golpizas, ni señalamientos, por el contrario, los protagonistas están en una vida que raya con la perfección: son cultos, pasan sus tardes leyendo en varios idiomas, desayunan al aire libre, mientras disfrutan de toda clase de frutas, pasean en bicicleta y nadan en albercas naturales.

Call me by your name es precisamente eso, un homenaje a la buena vida, al amor, con sus matices y dificultades, de ahí que cualquier espectador pueda sentirse identificado, porque encuentra en ella algo que ha vivido o puede llegar a enfrentar. Como en el caso del padre de Elio, quien, en un principio, parece ignorar toda la situación, pero que es consciente de todo el drama por el que atraviesa su hijo, de tal manera que lo apoya sin cuestionamientos, hasta culminar con un monólogo enternecedor, capaz de llevar al llanto al más fuerte.

Llámame por tu nombre es para ver sin prejuicios, sin afanes; ella se toma su tiempo para plantear los conflictos, para que las emociones se manifiesten, para crear personajes tridimensionales y, por supuesto, para exaltar al amor, un amor que se percibe perfecto, pero que es solo una ilusión, porque, como todo en la vida, hasta el más bello de los veranos también termina.

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