Una tarde reciente de mayo vas a cine, entras a ver el estreno de la semana: Deadpool 2, otra historia del mercenario que se desfiguró y se hizo inmortal, tras someterse a un tratamiento experimental para curar el cáncer.
La sala está medio vacía, aunque es la cinta más publicitada en toda la semana, el auditorio no se va a llenar. Luego de muchos comerciales y pocos avances, por fin, comienza. Transcurren solo unos segundos y ya el público ríe a carcajadas. Los comentarios sarcásticos, las escenas de acción con violencia explícita y esa habilidad del antihéroe para romper la cuarta pared en momentos inoportunos son los culpables de que no se detengan.
A pesar de que la historia está dando tumbos sin encontrar un camino claro por dónde avanzar, los espectadores disfrutan de la irreverencia de Wade Wilson, nombre de pila de Deadpool, en cuya naturaleza está saber que es un personaje ficticio, con personalidad inestable, que en todo momento está haciendo referencias sobre la cultura popular y burlándose de películas de superhéroes, tanto de la competencia, como de la misma casa productora y de él mismo.
En esta secuela ya no está luchando por rescatar al amor de su vida. No, esta vez, la trama se parece sospechosamente a Terminator 2, pues su misión es proteger a un adolescente de un viajero en el tiempo con habilidades extraordinarias.
Ha transcurrido más de una hora; dentro de las reglas que plantea, la película ya tiene sentido, pero no sucede nada extraordinario, excepto los efectos especiales que caracterizan a las grandes superproducciones de Hollywood. Ya los chistes son exagerados, pierden gracia y algunas escenas que pretenden ser graciosas resultan realmente desagradables.
Al final, como era predecible, apelando al manido recurso de viajar en el tiempo, Deadpool y un equipo de mutantes logran salvar el día. Fueron 111 minutos de metraje y empiezo a creer que lo menos olvidable de toda la cinta fueron las escenas post créditos que, ¿cómo no?, hacen referencia a otras cintas de superhéroes.
Deadpool 2 es una historia simple que pierde coherencia en relación con lo visto en la primera parte y, aunque plantea muchas más referencias graciosas que su predecesora, no sorprende. En muchos instantes raya con lo burdo y lo tonto. En resumen, será muy fácil de olvidar…
TOC TOC
TOC TOC
Horas más tarde, llegas a tu casa con un vacío, como sintiendo que invertiste mal tu dinero, así que empiezas a buscar una alternativa en la plataforma online, en esa por la que el gobierno te quiere cobrar más impuestos, y después de algunos minutos das con una comedia española sobre la que escuchaste solo por la recomendación de un amigo, y que jamás ha sido promocionada en Colombia, se llama TOC TOC, y es del año 2017.
Cuenta la historia de un grupo de seis personas que sufren de Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y que una tarde coinciden en el consultorio de un prestigioso psiquiatra, el cual tiene un problema en su agenda, por el retraso de un vuelo. Mientras lo esperan, descubrirán cómo cada uno se enfrenta a sus manías, cómo sus vidas se han visto afectadas por las obsesiones y cómo identificar sus impulsos a partir de la experiencia de los demás.
Basada en la obra de teatro homónima, escrita por el humorista francés Laurent Baffie, TOC TOC resulta una alternativa descomplicada, divertida e inteligente que se sustenta en buenas actuaciones y un guion sólido. No es una superproducción gringa, la trama se desarrolla en pocas locaciones y no hay efectos especiales que obnubilen el criterio, no, basta que la interacción y química de los personajes para, desde el primer instante, agradar.
Es relativamente corta, solo 96 minutos, y aunque en ciertas partes peca por exagerada y por algún personaje sobreactuado, no importa, su giro final provoca una gran satisfacción.
Al final, el día no se salvó por el equipo de mutantes, sino por el grupo de pacientes.
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