-El mundo resulta ser tan grande como nos lo permitan conocer, y si ese conocimiento es limitado, seguro el tamaño más pequeño parecerá infinito-.
Una pareja se ha encargado de alejar a sus hijos del mundo exterior, dos mujeres y un hombre que lucen mayores de 20 años, y que aún viven como niños, en una enorme y lujosa casa en la que han aprendido significados distintos para algunas palabras, como teléfono o mar, y de la que nunca han salido, pues según su padre solo podrán hacerlo cuando pierdan uno de sus colmillos, y que este vuelva a crecer.
La censura del mundo exterior, incluyendo el contacto con animales o personas, solo con el objetivo de garantizar una idea fantasiosa de seguridad, puede percibirse durante los 94 minutos de Canino (Kynodontas), una película griega estrenada en 2009, y dirigida por el director Yorgos Lanthimos.
Con esta propuesta, en la que hace una crítica sarcástica a la sobreprotección, y en la que demuestra su gran habilidad para construir mundos paralelos en los que el orden social establecido desaparece, Lanthimos y el guionista Efthymis Filippou presentan una historia ácida y surrealista, que engancha muy bien al espectador, pues lo mantiene a la expectativa, a pesar de los muchos instantes de angustia que puede generarle.
Esta historia, que fue catalogada por la crítica de su país como todo un hito para el cine griego, estuvo nominada al Oscar, en la categoría de Mejor Película Extranjera, en 2010, hecho que además le abrió las puertas de Hollywood a su director, que recientemente ha filmado varias películas en inglés, y con actores de tanto peso como Nicole Kidman, Rachel Weisz y Colin Farrell.
Uno de los primeros paradigmas que presenta la historia es el alargamiento de la niñez, con las actitudes infantiles de los tres actores que dan vida a los hijos (Angeliki Papoulia, Hristos Passalis y Mary Tsoni), las cuales se ven reflejadas en su constante competencia, la característica de sabiduría absoluta que le otorgan a los padres y su búsqueda de recompensas.
La curiosidad y el miedo también suelen aparecer, así como algunos ápices de violencia, mientras que el público experimenta una mezcla de resignación y desespero ante la inocencia de los personajes, que en ningún momento se consideran prisioneros, hecho que puede hacernos reflexionar sobre las pocas veces que cuestionamos lo que asumimos como cierto.
A pesar de la conmoción que provoca, Dogtooth, como se titula el filme en inglés, es muy difícil de abandonar, ya que su esencia bizarra también se acerca a la comedia negra, que es favorecida por la edición, actuaciones inexpresivas y por todas las situaciones presentadas que parecen desconocidas en la industria e impensables para ‘la normalidad’.
Así mismo, el manejo de cámara luce experimental e incluso amateur, porque no pretende encontrar el ángulo perfecto, no cuenta con muchos movimientos y se mantiene un poco plano, debido a que la producción empleó únicamente un lente para captar toda la película. Esta decisión podría ligarse estrechamente a la familia del relato, que acostumbra a filmarse a sí misma y a ver sus propios videos, como único contenido televisivo.
Es igualmente relevante en la historia, ganadora del premio Una cierta mirada del Festival de Cannes 2009, el papel destacado que se le da al cine y a su poder de influencia, en especial a películas como Rocky o Flashdance, que marcaron hitos comerciales y son consideradas como clásicos en muchos lugares del mundo.
Canino también logra ese cometido, al ser una experiencia totalmente diferente a cualquier película popular. Es un coctel de espanto y de fascinación, que no necesita de largas reflexiones ante la pantalla ni de elementos mágicos para impresionar, y que al parecer tan irreal y tan posible a la vez, puede adueñarse de la atención de quien sea que la mire.
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