Cuando Avengers Endgame finaliza, uno puede sentirse triste, acongojado, feliz, pero, ante todo, satisfecho. Quienes han seguido las 22 películas de la Saga del Infinito recibirán esta entrega como un gran homenaje de parte de los productores, sentirán que valió la pena aguantar la consolidación del primer universo compartido del cine y comprenderán que los productores de la cinta demostraron el gran cariño que les tienen a los personajes que han seguido en los últimos once años.
A diferencia de Infinity War, Endgame no es una película sobre Thanos (el villano), es una cinta acerca de los seis héroes principales; tampoco es una propuesta de acción como lo fue su predecesora, es una aventura que se toma su tiempo para resolver las historias de los protagonistas, para ir ratificando sus motivaciones internas y esa fuerza que los impulsa a tratar de salvar la humanidad, en un mundo sumido en la tristeza, debido a la desaparición de la mitad de la población.
Cada guiño, cada diálogo fueron incluidos para aportar al desarrollo de la historia, y en la medida que avanza la trama, el ritmo se va acelerando hasta llegar a una conclusión épica, donde la gran pantalla se queda chica para disfrutar de una batalla final, no solo por la posibilidad de ver a tantos héroes combatiendo, sino por la solemnidad de cada acontecimiento, capaz de conmover hasta llevar al llanto.
Buenas actuaciones, quizás las interpretaciones mejor logradas de todas las 22 películas; un guion que cierra correctamente los arcos dramáticos de cada personaje, una dirección impecable, con planos secuencias apabullantes, y excelentes efectos especiales son valores insuficientes para afirmar que estamos ante la mejor película de la historia, ni siquiera lo es en su género, y está muy lejos de conseguirlo.
Endgame tiene vacíos e incoherencias monumentales en las mismas reglas que plantea, además de algunas secuencias fastidiosas que siempre vienen incluidas en el tono humorístico que caracteriza a la casa productora. Pero para qué exigirle de más a una cinta donde hay hombres con habilidades extraordinarias debido a la mordedura de una araña radioactiva, es mejor no pensar en ello y pasarlo por alto, porque al final de cuentas es una experiencia magnífica que, quizás, jamás volverá a repetirse.
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