Consciente o inconscientemente tendemos a organizar los recuerdos para que nos favorezcan, seleccionamos los acontecimientos, encasillamos a las personas, exaltamos cualidades, minimizamos defectos, buscamos explicaciones para darle sentido a la vida, a lo mejor, como decía García Márquez se trata de un artificio de la memoria del corazón para poder sobrellevar el pesado. Es por ello que Rocketman, la nueva cinta biográfica sobre Elton John, se aparta de los convencionalismos, se atreve valientemente a dar una visión de los hechos, sin caer en autocomplacencias e hipocresías que lleven al espectador a pensar que el protagonista es un mártir que se redime en el último momento, y esto resulta aún más destacable, porque es el propio cantante quien, al ser el productor ejecutivo, aporta el enfoque de cada acontecimiento.
Rocketman se limita solo a la primera etapa de la vida artística del cantautor, desde que un niño tímido, ignorado y rechazado llamado Reginald Dwight descubre su talento innato para el piano, hasta que la fama consume en un festín de drogas, sexo, alcohol y excentricidades a un solitario Elton John. Sin ceñirse al curso real de los sucesos, el director Dexter Fletcher consigue involucrarnos en las batallas internas del protagonista: el dolor, la inseguridad, las dudas sobre su preferencia sexual, y nos provoca un mar de sensaciones cuando utiliza las canciones del autor como brújula para dar con los hechos que influyeron en su autoconocimiento.
Pero no se trata de una película triste, ni mucho menos, ni tampoco de hacer quedar bien a Elton, desde la primera secuencia el personaje se declara un adicto a todo: a las drogas, al alcohol, al sexo y a las compras, mientras que, por el final, si bien ha aprendido aceptarse sin caer en el sórdido mundo de la adicción, no se arrepiente de nada, porque ese lado también contribuyó a descubrir su versión más imperfecta, más humana.
Taron Egerton, como Elton, merece una mención especial porque más allá de la caracterización, captó la esencia del personaje, sin caer en el ridículo a la hora de utilizar el vestuario extravagante, supo entender que no era una burla ni una caricaturización del artista, sino una contundente puesta en escena, un grito de identidad.
Por supuesto, la música también juega un papel preponderante, no solo porque la mayoría de canciones dan ritmo y fuerza a las secuencias, sino por las fantásticas coreografías, los bailes que enarbolan las banderas del musical clásico, lo cual se agradece.
La cinta no es perfecta, quizás se extiende más de lo debido, en los 121 minutos hay momentos de relleno que distraen la atención de lo verdaderamente preponderante. Así mismo, en algunos casos el maquillaje de los personajes secundarios se ve falso e inadecuado. No obstante, sería una contradicción seguir dando detalles de esa índole, es mejor aprender a aceptarla tal cual es y, de seguro se podrá disfrutar mucho más y mejor.
Por último, cabe aclarar que desde esa visión extravagante de la vida que siempre demostró Elton, el director utilizó al musical como herramienta narrativa, lo cual puede ahuyentar a los que no son fanáticos del género, pero aquellos que se dejen llevar por la historia y acepten sus reglas obtendrán como recompensa el haber visto una de las mejores películas del año.
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