Un gran guión, excelentes actuaciones, un ritmo trepidante y un mensaje que trasciende.
Al terminar de ver El Irlandés queda rondando una sensación que acongoja, como si la historia de un asesino fuera capaz de provocar una extraña melancolía.
Por un lado, es la satisfacción de haber tenido la oportunidad de ver una película magnífica, con un guion excelente, que se centra en la violencia, la traición y la soledad; aderezado con una dirección impecable, que refleja la madurez y experiencia del director Martin Scorsese, capaz de regalarnos planos llenos de expresividad, en un montaje hipnótico que solo nos permite tomar aire al final de las tres horas y treinta minutos que dura el metraje.
Por el otro lado, queda la desazón de haber visto, tal vez, la última gran película de leyendas vivas de la actuación como Robert De Niro, Joe Pesci y Al Pacino, cuyas interpretaciones superan con creces todo lo que hicieron en las últimas dos décadas; es más, a Pesci no se le veía en la pantalla grande desde 1998,
Pero, más allá del acontecimiento cinematográfico en sí, la película es capaz de conmover por la habilidad del director para retratar el dolor de la soledad, la cercanía de la muerte y el ocaso de la vida, y lo más maravilloso es que lo consigue, a través de personajes cuestionables. Es por este mensaje que El Irlandés se distancia de grandes obras como Buenos Muchachos, Casino o Los Infiltrados.
Muchos niveles de una misma historia
Es complejo contar detalles de la película sin caer revelaciones importantes, basta con mencionar que narra la historia de Frank Sheeran —Robert De Niro—, un excombatiente de la Segunda Guerra Mundial, de origen irlandés, que ingresa al mundo de la mafia como asesino a sueldo y, por medio de su vida, va desvelando cómo funciona el crimen organizado y cómo influye en el mundo de la política. Se podría decir que también es un viaje por la historia de Estados Unidos en el siglo XX, desde el asesinato de John F. Kennedy hasta la desaparición del líder sindicalista Jimmy Hoffa, interpretado magistralmente por Al Pacino.
En cuanto a la estructura, Scorsese apela a un doble recuerdo, por un lado, nos muestra a Sheeran desde el asilo en el que está recluido, rememorando uno de los viajes realizados con el jefe de la mafia Russell Bufalino —Joe Pesci—, desde donde se van desprendiendo los demás niveles del relato. Estéticamente esto se ve reflejado en la saturación del color, en la medida que los personajes van decayendo, el tono se hace más y más lavado.
Adaptada del libro ‘Escuché que pintabas casas’, El Irlandés es, sencillamente, una obra maestra, que perdurará por años en la memoria cinéfila, es un clásico que sirve de broche de oro para un subgénero del Séptimo Arte y para una generación de artistas que está llegando a la inmortalidad.
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