Cuando la familia Kim vio la oportunidad de dejar su precario trabajo, empezar a ganar más dinero y cambiar a un estilo de vida mucho más acomodado, no dudó en decir algunas mentiras piadosas para que todos tuvieran estabilidad.
Así fue como se atrevió a engañar a los Park, una familia adinerada a la que, uno a uno de sus miembros, se fue vinculando para suplir las necesidades de maestros particulares o choferes, sin revelar que tenían un parentesco, lo que tarde o temprano, desataría una confrontación.
Con esta premisa, el director Bong Joon Ho presenta Parasite, su novena película como director, en la que retrata la gran brecha social que existe y separa a millones de familias en el mundo, y a la búsqueda constante de oportunidades que faciliten el obtener un mejor estilo de vida.
La cinta se divide en dos locaciones cruciales, el semisótano donde viven los Kim, y la lujosa casa de los Park. Ahí podemos conocer los contextos de ambas familias, sus necesidades y su manera de interactuar, que podrían asemejarse a la realidad de cualquiera que comparta sus clases sociales.
Para esto, el director filmó ambos lugares de manera diferente, transmitiendo sus características y repercusiones. El semisótano, con planos mucho más cerrados, que demuestran lo limitado del espacio, y con tomas en las que se refleja la unión familiar, debido a que siempre se ve a más de un integrante.
Por su parte, la casa de los Park se muestra llena de luz, con habitaciones muy espaciosas, en las que todos parecen estar aislados. Según una entrevista con la revista Indiewire, esta fue construida exclusivamente para la película y diseñada por el mismo Bong Joon Ho.
En el guion, que también estuvo a cargo del director, estos lugares son determinados como la principal representación de toda la carga social que tiene la trama, además de ser fundamentales (en especial la casa de los Park) para el punto de giro que transforma esta comedia negra en película de terror.
Allí es donde la complicidad entre el público y los personajes adquiere un papel importante, gracias a que todos los roles están muy bien definidos y cuentan con el tiempo suficiente para dar a conocer sus carencias y motivaciones, lo que impide que alguno sea visto como villano o culpable de ese tinte tenebroso que va adquiriendo la historia.
A partir de esto, la crítica social, que está presente permanentemente en el subtexto, fluye tranquilamente, sin condenar, sino demostrando cómo todos son presos de esa realidad, que los espectadores también comparten. Con elementos muy simples, como los aromas o la lluvia, el director demuestra la gran influencia que tiene el poder económico a la hora de establecer puntos de vista, así como las conclusiones apresuradas -y crueles- que se suelen sacar de las personas, únicamente con una primera impresión, con lo que se percibe desde la distancia.
Todo esto hace que Parasite, que aspira a llevarse el Oscar en seis categorías, Mejor Película, Mejor Director, Mejor Película Extranjera, Mejor Edición, Mejor Diseño de Producción y Mejor Guion Original, se sienta como un despertar entretenido, como el descubrimiento de un paisaje que siempre se ha tenido dibujado en frente, y también como un llamado de alerta para dejar de ver “lo de siempre” y explorar el cine de otras regiones, su realidad ajena y su humanidad compartida.
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