Por Camila Caicedo.
Todo el mundo hablaba de Sex Education, en redes sociales. Se acababa de estrenar su segunda temporada, y yo, que no soy muy de ver series y maratonear, aún no me había sentido atraída por ella, a pesar de que llevara un año entre las sugerencias que me daba la plataforma. Sin embargo, muchos comentarios acerca de una escena relacionada con unión femenina me hicieron decidirme a verla.
Esta es una producción inglesa, que hoy tiene dos temporadas, de ocho capítulos cada una, que duran aproximadamente 50 minutos. Su argumento se basa en la historia de Otis, un joven de 16 años, que cursa la secundaria y es hijo de una sexóloga. Un día, se atreve a dar un consejo sexual a un compañero, a pesar de su nula experiencia y, al salir todo bien, inicia una ‘clínica’ de asesoría sexual, con Maeve, una de sus compañeras, para ganar dinero.
Con una premisa como esta y un lenguaje totalmente abierto, fue casi inevitable no seguir la historia y querer saber qué pasaría en el siguiente capítulo. Y es que Sex Education, desde su primera entrega, se reafirma como una serie que no tiene censura ni ningún reparo en hablar de experiencias sexuales explícitas, mostrar desnudos y abordar muchos de los temas que surgen referentes al propio cuerpo, al propio placer y a las prácticas para alcanzarlo con una pareja.
Sus personajes son muy diversos, tanto racial como sexualmente. La comunidad LGBTQI es representada, sin caer en estereotipos, y su realidad se muestra con naturalidad, así como toda la variedad de gustos, posiciones, formas y conexión que pueden generar la atracción y el coito, entre los seres humanos.
Lo mismo sucede con las razas y los cuerpos, ya que no buscan enseñar un patrón de belleza establecido ni relaciones políticamente correctas, lo que la convierte en una gran muestra de realidad, sin todas las prevenciones del mundo en el que vivimos, contenida en una ficción.
Uno de los papeles que más me impactó, y el que podría considerar como mi favorito, es Eric, el mejor amigo de Otis, un chico negro, gay, irreverente y a quien de vez en cuando le gusta maquillarse o vestirse con prendas que han sido comúnmente usadas por mujeres. Este es un personaje que vive su homosexualidad sin guardar las apariencias, que derrocha seguridad en sí mismo, libertad y amor propio. Para mí fue muy refrescante, pues aunque conozco personas que son así en mi mundo, creo que me estaba acostumbrando a que, en los medios, este tipo de roles tuvieran una sombra de trauma. Eric es interpretado majestuosamente por el actor de origen ruandés Ncuti Gatwa.
A su vez, la relación que tiene con Otis, que obtiene vida a través del actor Asa Butterfield, es un ejemplo del poder de la amistad verdadera, en la que no importan las diferencias para construir lazos fuertes de amor, confianza y mucho respeto por el otro, pues, en este caso, el protagonista es un chico con mucha inseguridad en sí mismo y a quien le gustan las mujeres.
Por su parte, la actriz Emma Mackey le da vida a Maeve, una joven intelectual y contestataria que tiene que hacerse cargo de sí misma, debido a las malas decisiones de sus padres. Con ella también se derriban barreras sobre el potencial académico o capacidades, pues las circunstancias difíciles de su vida familiar nunca la convierten en una mala estudiante o en una mala persona.
También resalto el regreso de la actriz Gillian Anderson, conocida por quienes crecimos en los 90’ como la agente Scully, de X Files. Ella tiene el papel de la doctora Jean Melburne, la mamá de Otis, una mujer liberada, abierta a hablar de sexo con su hijo y a no ponerse límites cuando un hombre le gusta, algo que nuevamente luce raro, al no ser el común denominador en lo que el sistema nos ha dictado sobre las madres en el mundo, pero que para esta época resulta ser muy necesario.
La creadora
Con todo esto, pronto empecé a preguntarme quién había tenido la gran idea de hablar así de sexo, en un contenido que se centra en adolescentes, y me llevé una grata sorpresa al conocer a Laurie Nunn, su creadora y guionista, nacida en 1985, en Inglaterra. Fue maravilloso ver cómo esta hazaña televisiva había salido de la cabeza de una mujer tan joven, que no solo se planteó el objetivo de mostrar qué pasaría si se diera asesoría sexual real en los colegios, sino que lo hizo teniendo en cuenta la diversidad, inclusión y honestidad que nuestra época requieren.
La escritora presenta las múltiples realidades o papeles en los que el sexo puede ponernos a todos, las frustraciones, las dudas, los riesgos, con una visión que no sigue las normas sociales o religiosas, y sin juzgar a sus personajes, lo que termina trasladándose a los espectadores, que logramos sentir empatía e identificación con las situaciones.
También, se nota que Nunn supo que aquí podría abordar temas feministas, sin limitarse al mero discurso. Un claro ejemplo es cómo presentó el aborto y el acoso sexual del que todas somos víctimas en algún (o muchos) momentos de nuestras vidas, así como la solidaridad femenina, que quizá no sea un común denominador en todas las sociedades, pero que ella se encarga de enfatizar como un ejemplo de la manera en que las mujeres debemos apoyarnos.
Todas esas características hacen parte de la serie, pero, sin duda, la historia no podía dejar de lado al sistema, al mundo conservador que se niega esta realidad, y que se encuentra representado en el señor Groff y el colegio que dirige, la Secundaria Moordale, el lugar donde parece haber más limitantes para que los estudiantes vivan abiertamente el sexo, pero también donde inicia la revolución.
Esa batalla se percibe gracias a la integración entre la modernidad y apertura de mente de los personajes, jóvenes y adultos, con la escenografía que luce un poco más anticuada, y podría considerarse como una analogía de la forma en que la evolución humana de aceptar abiertamente diferencias sexuales y de pensamiento, que son proclamadas en cientos de constituciones en el mundo, aún se encuentran enfrascadas en contextos y mentes que parecieran vivir en el pasado.
Así, con todo este descubrir de una narrativa sin ataduras y de entretenimiento que habla abiertamente, terminé viendo, en menos de una semana, las dos temporadas, y muero por más. Su tercera entrega ya está confirmada, y espero que con ella se sigan rompiendo moldes y estereotipos, abarcando otras identidades e impartiendo la importancia del respeto a la diferencia y a la humanidad que se encuentra contenida en una de las palabras que más nos cuesta decir en voz alta: Sexo.
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