Por Camila Caicedo
El coronavirus es el tema de la temporada. En todos los medios, todas las redes, todas las conversaciones, está presente, y es inevitable no sentir miedo o desesperanza ante lo que sucede alrededor del mundo con esta tragedia.
Pero, a pesar de ser conscientes de la gravedad y de las medidas que debemos adoptar para evitar que el golpe sea mucho más fuerte, es necesario desconectarnos un poco y, por qué no, refugiarnos en el cine, que para esta época puede ser un gran compañero.
Emilio es un matemático retirado, terco y solitario, que no logra llevarse muy bien con su hija y su nieta, y prefiere enfrascarse en su rutina, para pasar el rato. Después de algunos olvidos y de visitar el médico, descubre que ha enfermado de alzheimer, y que sus recuerdos más entrañables tendrán fecha de caducidad, como la joven de la que se enamoró en unas vacaciones de infancia, y a quien quiere ver por última vez, antes de perderse.
El recorrido familiar para encontrarla a ella, a Margarita, es el argumento de Vivir dos veces, película de Netflix, dirigida por María Ripoll, y protagonizada por Óscar Martínez, Inma Cuesta y Mafalda Carbonell. Una historia que puede ser predecible, pero que no deja de encantar con su humor, con la calidad de sus actuaciones y la sensación de bienestar que deja cuando termina.
Como ya es costumbre, y como se vio en sus actuaciones más recientes, como El ciudadano ilustre y Relatos Salvajes, Óscar Martínez construye a un personaje sólido en sus diferentes etapas. Primero, el profesor universitario retirado, que solo admite sus métodos y puntos de vista, con actitud refunfuñona y con quien no es muy fácil convivir. Después, y con la misma entereza y capacidad actoral, va mutando a un ser mucho más frágil, que no teme demostrar todos los temores que este tipo de enfermedades suelen traer a quienes las padecen.
También hacen un buen trabajo Inma Cuesta, que interpreta a Julia, la hija de Emilio, y Mafalda Carbonell, que hace el papel de Blanca, su nieta. Sus personajes son reflejo de los tratos impersonales que pueden tener las familias de la actualidad, así como la frustración y demás sentimientos que pueden experimentarse en medio de la rutina.
Un elemento importante, que no solo genera identificación, sino que además hace una crítica a las dinámicas de las relaciones de la actualidad, es la manera en que el guión de María Mínguez presenta las grandes barreras que se han construido entre jóvenes y viejos, debido al uso excesivo de aparatos tecnológicos, a lo inmersos que estamos en nuestras redes sociales y a la falta de contacto.
Esto, más la evolución del vínculo entre los personajes, llevan fácilmente a la reflexión, a mirar con lupa la manera en que se afronta la vida, y a pensar en quienes están más viejos, lo que justamente hoy dicen los medios de comunicación y líderes del mundo, ante la situación actual.
Así, esta roadmovie, que nos lleva a un recorrido en auto hacia el pasado, no solo es una buena opción para pasar el rato, con sus diálogos cómicos, los paisajes de ciudades españolas y su retrato de la familia moderna, sino que también es una buena manera de que, al iniciar los créditos, nos demos cuenta de todo lo que puede depender de nuestros actos, de la importancia de la paciencia, y del maravilloso respiro que puede darnos el abrirle, por un rato, la ventana del cine.
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