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Un acto sincero de bondad...


Por @kalosw

Jesper es un joven holgazán y apático. A pesar de ser el heredero de una importante compañía del servicio postal no le interesa prepararse para manejar el negocio, así que su padre decide enviarlo a Smeerenburg, una isla en el círculo polar ártico, donde deberá instalar una oficina de correo y entregar, en el transcurso de un año, 6.000 cartas, de lo contrario no recibirá un solo centavo de la fortuna familiar.  

Acostumbrado a comer en bandeja de plata y a dormir entre sábanas de seda, Jesper descubre que Smeerenburg es un pueblo gris, sin alegría, donde dos clanes, los Ellingboe y los Krum, están en conflicto desde tiempos inmemoriales, siendo tal la rivalidad que ni siquiera los niños son mandados a la escuela para que no se mezclen “con los engendros de los enemigos”. 

En esa isla apartada del mundo, repleta de vecinos iracundos, helados, distantes y violentos, trata de ingeniárselas para cumplir con su misión, pero cada vez que lo intenta fracasa, pues a nadie le interesa enviar cartas. 

Luego de semanas de frustraciones y derrotas, Jesper se encuentra con un misterioso leñador, que vive en un extremo deshabitado del bosque, en una casa repleta de juguetes que él mismo fabricó para los hijos que nunca tuvo. 

En medio de su egoísmo por alcanzar su meta de no ser desheredado, el joven cartero se las arregla para convencer al leñador de regalar sus juguetes con el fin de alegrar la aburrida vida de los niños del pueblo, a quienes, a su vez, induce para que le escriban cartas al ermitaño y, por si fuera poco, persuade a la señorita Alva, una joven maestra venida a menos, para que reabra la escuela y les dé clases de escritura a los pequeños.  

Sin proponérselo, el acto generoso del leñador de regalar los juguetes, le da un nuevo sentido a la vida de los habitantes de Smeerenburg, pero también despierta la animadversión de los líderes de los clanes, que deciden boicotear la misión de Jesper y la alegría del viejo juguetero… 

De esta manera, el director español Sergio Pablos concibió Klaus, una nueva versión de Papá Noel o Santa Klaus, donde cada parte de la leyenda surge de hechos factibles, sin recurrir a la magia o a los milagros típicos de las películas de Navidad. Un acierto que hace la historia muy divertida tanto para niños como para adultos. 

Así mismo, el creador, en un poco más de hora y media, remarca, en diferentes momentos del guion, la premisa de su película acerca de que “un acto sincero de bondad siempre provoca otro”,  de una manera armónica, fluida y sin ser empalagoso.  

Klaus es la ópera prima de Pablos, un animador que no es ajeno a este mundo, pues trabajó como diseñador de personajes en Disney en películas como El jorobado de Notre Dame, Hércules y Tarzán, y fue productor de la genial Metegol -dirigida por el maestro argentino Juan José Campanella-. Aunque su trayectoria también está definida por ser el creador de Gru, el protagonista de Mi villano favorito. 

A pesar de ser una película en animación 2D, Klaus fue trabajada para dar la sensación de estar animada en 3 dimensiones, y no tiene nada que envidiarles a los largometrajes de los grandes estudios, entre otras cosas, porque su calidad narrativa demuestra que la esencia del cine está en las buenas historias bien contadas.  

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