@kalosw
Toda su vida Joe Gardner ha soñado con ser una estrella del jazz. A sus 40 años lo único que ha conseguido es ser maestro provisional en una escuela donde los muchachos carecen de pasión por la música. Trata de inspirarlos, no lo consigue. Su vida transcurre en torno a esa rutina tediosa, abúlica que se esfuma entre bostezos.
La situación cambia el día en que recibe dos noticias, primero le proponen vincularlo de tiempo completo a la escuela: más dinero y estabilidad laboral a cambio de lo que considera anclarse definitivamente a un empleo sin gracia. Segundo, un viejo alumno lo invita a presentar una prueba para tocar el piano con una de las grandes estrellas de la música jazz en el ambiente neoyorquino, Dorothea Williams. Acepta y frente ella, Joe entra en un estado de trance mágico, la manifestación de su talento en el máximo nivel, así que es contratado para tocar esa misma noche. Al menos por una vez podrá demostrar ante el público el gran músico que es y, quizás, dar el primer paso para convertirse en la estrella que siempre soñó. Embelesado con la oportunidad, distraído con la alegría del momento, ese mismo día Joe sufre un accidente y muere.
Un instante después despierta. Su cuerpo ha desaparecido, su alma está en medio de la nada, excepto por una cinta rodante, que lleva a otros como él, al ‘Gran después’, un lugar misterioso precedido por una gran puerta por donde solo atraviesa la luz.
Nada, ni siquiera el más allá, se podrá entrometer entre Joe y su oportunidad de ser estrella del jazz, así que rompe la fila y salta al vacío.
En lugar de llegar al infierno, Joe cae en el ‘Gran antes’, el sitio donde las almas se entrenan para poder ser enviadas a La Tierra, por lo que es confundido con un mentor. Su plan, a partir de ese momento, es entrenar un alma para robarle el pase que le permita volver a la vida. Para su infortunio, debe preparar al alma número 22, que lleva años sin encontrar su chispa, es feliz en su estado de no nacida, está convencida de que la existencia es muy aburrida y no merece el esfuerzo.
En su desespero, Joe trata de inspirar a 22, no lo consigue, en cambio se da cuenta que su propia vida fue patéticamente triste, pese a ello, ambos se proponen encontrar la chispa para que Joe pueda volver a su cuerpo y tener una segunda oportunidad para disfrutar la vida.
Bastan unos pocos minutos para darse cuenta que Soul no es de esas historias infantiles, hechas para pasar el rato en familia. La nueva cinta del estudio Pixar, además de desplegar la habitual calidad en la animación -tan sorprendente como cautivadora en cada fotograma-, habla acerca del sentido de la existencia, de la necesidad de enfocarse en el momento que se vive, en lugar de usar el tiempo y la energía para planear un futuro incierto que puede o no, hacerse realidad.
Sin necesidad de escenarios grandilocuentes, con pocos personajes, y una trama sin distracciones, el equipo creativo, encabezado por Pete Docter, Mike Jones y Kemp Powers, construye un relato sublime, poderoso, capaz de conmover hasta el llanto. Una producción que no deja nada al azar y exhibe la creatividad en cada detalle, repleta de referencias filosóficas y musicales.
Alguna vez alguien describió las películas hechas por el estudio de la lámpara como “historias dirigidas a un público adulto capaces de atrapar a los espectadores más pequeños”. Soul no se apega a esta fórmula, es demasiado seria para considerarse infantil y quizás ese sea su ‘pecado’, tal vez por eso haya generado tantas críticas negativas. No importa, hay que disfrutar el poder verla, en ocasiones la genialidad suele ser incomprendida
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