En 1941, el entonces debutante director Orson Welles estrenó una película que cambió la historia del cine norteamericano, un filme que marcó un antes y un después gracias a sus innovaciones visuales. Un largometraje que por muchos ha sido considerado como el mejor de todos los tiempos: Ciudadano Kane.
Con tan solo 26 años de edad, Welles era considerado un genio en el mundo del teatro -recordemos la memorable adaptación radiofónica de La guerra de los mundos que provocó una histeria colectiva entre los oyentes-, por esa razón la productora RKO le dio carta blanca para convocar a su equipo creativo, una de sus apuestas más interesantes fue la llegada de un experimentado guionista de películas de serie B llamado Herman Mankiewicz.
Precisamente, en la ceremonia de los Óscar de aquel año, Mank ganó -junto al director- el premio a mejor guion original, en una de esas injusticias increíbles de la academia, pues fue el único reconocimiento importante que obtuvo la obra maestra.
Para quienes no lo recuerden, Ciudadano Kane retrata la vida, legado y caída de Charles Foster Kane, un personaje basado en el magnate de la prensa William Randolph Hearst, quien durante años utilizó su poder para descalificar el filme e incluso prohibió que se nombrara en sus periódicos, aun así, este se convirtió en un clásico que trascendió los tiempos y la censura.
Entre las truculentas historias de Hollywood, alguna vez se difundió el rumor de que el verdadero genio detrás de Ciudadano Kane, había sido Mankeiwicz, pero que Welles se había querido quedar con todo el crédito, pese a no merecerlo.
En el 2020, David Fincher, uno de los grandes directores estadounidenses de las últimas 3 décadas, recordado por películas como La red social, Pérdida, Zodiaco, La chica del dragón tatuado, El club de la pelea y Siete pecados capitales, aprovechó un guion escrito por su padre (q. e. p. d.) y filmó para Netflix la película de cómo se construyó el guion del Ciudadano Kane, a partir de la historia Herman Mankiewicz, por le dio el nombre de Mank.
Mank explora las tensiones creativas que había entre el director y el guionista desde que este llegó a los estudios de la Metro Goldin Mayer, MGM.
Habla del paso de Helman por las distintas productoras, los conflictos de Hollywood en la época dorada del cine. Para ello Fincher, en una jugada maestra, apela a las características del cine de la década de los 40: fotografía a blanco y negro -con un negativo al que se le nota el grano-, un diseño de sonido espectacular -a pesar de ser monofónico-.
Protagonizada por el gran Gary Oldman, Mank es una cinta de conflicto interno, que explora al protagonista a través de su adicción al alcohol, sus relaciones amorosas, el glamour de la época dorada del cine y sus frustraciones personales ante un mundo hollywoodense donde los grandes productores aprovechaban su poder para influir en la vida política y social de un país que, en 1940, estaba a pocos meses de ingresar a la Segunda Guerra Mundial.
Todas esas experiencias de Mank desde su llegada a Hollywood, sus sueños, expectativas y recuerdos se mezclan en el proceso creativo del guion del Ciudadano Kane.
Mank es una de esas películas que les encantan a los integrantes de la academia del cine norteamericano porque cuenta su época gloriosa, a pesar de que cuestiona el talento de un artista emblemático como Orson Welles, quizás sea la más opcionada para llevarse el premio a Mejor Película del año.
Sin embargo, más allá de las preferencias narcisistas de Hollywood, Mank es una obra maestra, desde su puesta en escena, su diseño de producción, grandes actuaciones y, sobre todo, por esa rima visual que hizo Fincher con la película a la que retrata, con planos, fundidos y encadenados que parecen sacados del Ciudadano Kane.
Mank es la lucha de un hombre contra el mundo, incluso contra sus propios demonios, un perdedor en busca de librar su última batalla y que, aunque no es un héroe, ni un personaje de admirar, por un momento en la vida sí merece ganar.
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