En el verano de 1993, Frida, una niña de seis años, se fue a vivir con su tío materno y su familia, compuesta por su esposa e hija pequeña, a una casa campestre en Ampurdán, España, después de la muerte de su madre. Este comienzo parece fatal debido a las nuevas normas y costumbres familiares, a la ausencia de sus abuelos y tías que se quedaron en Barcelona, y a la falta que le hace el consentimiento excesivo que recibía de ellos, quienes trataban de cubrir los vacíos afectivos que su madre no podía llenar, pues se encontraba batallando contra una rara enfermedad de la época, hoy conocida como sida. La mirada de la niña sobre su situación y el destino de su mamá enmarcan el largometraje autobiográfico y ópera prima de la directora Carla Simón: Verano 1993, o como se titula originalmente en catalán Estiu 1993. Al narrar la vida de una niña y, además, los recuerdos de la niñez de una persona, esta pieza no se llena de dramatismos y escenas elaboradas, ya que muestra có